lunes, 9 de mayo de 2011

De algo estoy seguro.
No podrá quererle como le quería yo, no podrá adorarle de ese modo, no sabrá advertir hasta el menor de sus dulces movimientos, de aquellos gestos imperceptibles de su cara.
Es como si sólo a mí se me hubiera sido concedida la facultad de ver, de conocer el verdadero sabor de sus besos, el color real de sus ojos.
Nadie podrá ver nunca lo que yo he visto. Y ella menos que ninguna.
Ella, incapaz de amarle, incapaz de verle verdaderamente, de entenderle, de respetarle.
Ella no se divertirá con esos tiernos caprichos.

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