jueves, 23 de junio de 2011

Quien no arriesga, no gana.
Como un kamikaze, hay ocasiones en que no queda más remedio que renunciar a la vida que conoces por un fin más noble. El precio puede ser muy elevado, para tu corazón, alma y reputación. El resultado puede merecer o no la pena, imposible saberlo, y en realidad es irrelevante. Porque lo que le conforta a uno, en definitiva, es tener la certeza de que hay cosas por las que merece la pena hacer un sacrificio.
Hay quienes viven cada día como si del último de su vida se tratase. Los hay que contemplan el amor de modo similar, en un intento desesperado por eludir aquellos cambios, sean éstos ínfimos o bien descomunales, que en todo momento se ciernen sobre cada uno de nuestros horizontes. Pero el sentimiento de apremio que surge de nuestro deseo de experimentar la vida y el amor al máximo puede precipitar la toma de determinadas decisiones, que no siempre resultan las más idóneas para quien las toma, ni para aquellos a quienes afectan, todo hay que decirlo. Es más, en ocasiones, enfrentarse a las consecuencias de las elecciones de cada uno puede resultar fatal, más incluso que la muerte. Tal vez sólo se viva una vez, pero no siempre tiene uno por qué desear sentir esa vida como eterna.
Nos metemos en los asuntos de los demás, transformando sus problemas en una forma de entretenimiento personal y básicamente escamoteándoles sus propias tragedias. Devoramos los detalles más horribles e íntimos con la ferocidad con la que los polluelos picotean su comida, sin que salvo en raras ocasiones unamos los desafortunados puntos que revelan la imagen completa en toda su inmensa y triste realidad.
No se echa en falta lo que nunca se ha tenido, pero echamos mucho de menos lo que tuvimos a nuestro alcance. Y lo que más echamos de menos es lo que teníamos. Aunque esperamos y rezamos porque nuestras relaciones, nuestro aspecto y nuestra vida mejoren, cuanto más se tiene más es lo que se puede perder.


El amor es una droga.

Enamorarse es transformacional, aunque no siempre del modo que se espera. Uno pasa de ser una persona entera a convertirse en media relación, a veces perdiendo buena parte de sí mismo en el proceso. Por desgracia, casi siempre es la parte que más seguro de ti mismo y a salvo te hace sentir la que desaparece. Pero lo más problemático de todo empieza cuando necesitas recurrir a otra persona para que te ayude a encontrarla.

domingo, 19 de junio de 2011

Vivo con la ilusión de que algún día te des cuenta de quien te quiso de verdad, de quien fue la que te apoyo cada segundo, de aquella a la que no le importaba morir si era por ti, aquella que te amo por como eras tu y no por lo que aparentabas...
Ojalá te des cuenta y pueda volver a rozar mis secos labios junto a los tuyos, ojalá pueda volver a sentir tu suave mano acariciandome la mejilla...
Y algún día te des cuenta, cuando llegué ese día, yo estaré esperandote, sentada bajo un árbol, donde me dejaste cuando marchaste.
Eso si, si vuelves, es para quedarte.
Y ahora piensas, ¿que fue lo te hizo mirar atrás aquel día?, ¿por qué ahora quieres el pasado y no el presente?
Pues sinceramente, no lo sé.
Quizás es porque el pasado es lo que me hizo realmente feliz, o simplemente porque quiero volver a soñar despierta.
A lo mejor debería preocuparme más por el presente, pero sin embargo, lo hago por el pasado, porque solo él supo encontrar mi sexto sentido.
Y ahora estás en un lío del que nadie te puede ayudar a salir, tendrás que salir tu sola de ese pozo sin fondo.
Buscas mil y una soluciones, pero te das cuenta de que eso no es cuestión de elegir cosas tontas como elegir el color de la plastilina o coger el bolígrafo azul o negro para hacer un examen, no, eso es real, aquí tienes que elegir en mirar adelante o mirar atrás, porque no se pueden hacer las dos cosas a la vez.
Si miras adelante podrás encontrarte obstáculos, pero no todo son complicaciones.
Si miras atrás, ya sabes como es el camino.
Ahora te toca elegir. La mayoría de la gente, como yo, eligiría mirar atrás, porque ya conocen el rumbo.
Pero claro, mirar atrás supondría dejar de mirar adelante, y eso causa los problemas.